Capítulo dieciséis, las buenas, los malos y Reforma dos veintidós
Al siguiente día hacia frio en Reforma dos veintidós. Era miércoles. Las hojas de los arboles estaban cargadas de rocío. Las personas iban vestidos en suéteres de lana y montados en su escúter y patines eléctricos. Los clientes abarrotaban los restaurantes de la avenida. Los meseros servían café con leche, expreso, tostado, te chai, leche sola con chocolate. En las mesas se podía ver el pan tostado, pan dulce, conchas, croissants y sándwiches de queso. Mi camioneta, ese vehículo que tanto quise, una Mercedes Benz clase GLE 400, edición especial, fue remolcada de Reforma dos veintidós por una grúa al corralón de la policía de tránsito. Como estaba a nombre de Ana, la policía la llamo para reclamar por la multa de tránsito. Un impacto lateral la había dejado inservible. Era una lástima, me encantaba esa camioneta, En el informe de la policía apareció como un choque tipo volcadura contra un vehículo de recolección de basura. A dos calles de ahí, en un quinto piso, un salón