El vuelo



El vuelo
Cuando despertó, descubrió que había ganado el avión presidencial. Se llamaba Juan. Después de mucho insistir había aceptado entrar a la rifa con Perro. Después de todo no había sido mala idea hacerle caso y gastar quinientos pesos en el boleto.
Se levantó. Fue a la cocina y abrió la puerta del refrigerador. Estaba vacío. Solo había una vieja lata de atún. Regresó a su cama. Encendió un cigarro como su único desayuno. Tenía dos meses sin trabajo. Tomó de su buró su celular y le llamó al Perro. Este  le dijo que se veían en casa del Pato.
Salió de su casa apurado. Ahora que habían ganado el avión quería saber que harían con él. Cuando llegó a la casa del Pato, este estaba platicando con el Perro.
-          Juan, te voy a explicar un plan, para eso necesitamos a Pato, pero necesitamos que él también sea socio, ¿te parece bien?
-          Venga el plan, ¿Han pensado qué haremos con el premio?
-          Tenemos una idea magnifica.
-          ¿Cuál?
-          ¡Estrellaremos el avión!, a Perro se le ilumino el rostro con estas palabras.
-          ¿Qué?
-          Es la mejor idea, ya lo pensé mucho y no podríamos siquiera mantenerlo un día. Además será fácil, y así podemos cobrar el seguro, hizo un ademan de dinero con los dedos, Nos repartiremos lo que nos den.
-          Pero ¿Quién lo piloteará?
-          Pato sabe, ¿tomaste cursos verdad?
-          Bueno, no exactamente, dijo Pato, algo sé de aviones.
-          ¿Y el seguro como lo pagaremos?
-          El avión está asegurado, tomó con sus manos una caja de cigarros e hizo la forma de un aeroplano, Solo tenemos que tomar el avión, ir por él, elevarlo y estrellarlo, dicho esto iba a estrellar la caja con los cigarros cuando Pato lo interrumpió y le quitó la cajetilla de las manos.
Todos estuvieron de acuerdo. Pato que vivía con su madre se fue a la cocina y trajo unas tazas y agua de jamaica para celebrar el bien armado plan.  Salieron de la casa para dirigirse en metro hasta el aeropuerto. En el Hangar Presidencial nadie los detuvo ni dijo nada. Solo estaba un guardia que les pidió el boleto ganador, una credencial de elector y les entregó las llaves.
-          ¿Cómo enciendo el avión? Le pregunto el Perro, el guardia abrió una caja y le alcanzó un manual.
-          Es como el de los autos, dijo el Pato, viene para acá, se lo arrebató y le echó una hojeada.
-          Este avión hay que moverlo, dijo el guardia mientras el Perro firmaba y entregaba el boleto, no puede seguir aquí estacionado, ¿Han pensado que hacer con él?
-          Si, queremos estrellarlo, dijo el Perro.
-          Cállate, dijo el Pato con voz ronca.
-          Pues para estrellarlo primero le tienes que poner gasolina, dijo el guardia.
-          ¿Dónde podemos comprarle gasolina?
-          Los aviones usan gas avión y aquí mismo hay, dijo el guardia señalando unas bombas dentro del hangar. Solo que este es para uso exclusivo del Hangar Presidencial y es muy caro. No creo que puedan pagarlo. ¿Es verdad eso de estrellarlo?
-          Si, dijo el Perro. ¿Quieres ayudarnos? Cobraremos mucho dinero por el seguro
-          Pues, dijo el guardia mientras se ajustaba sus gafas y se arremangaba su camisa y continúo hablando en otro tono: la gasolina la podemos tomar de aquí mismo, y nadie nos va a cobrar. Yo no les cobraría. Por cierto, ¿Ya comieron?
-          ¡No! Dijeron al unísono los tres.
Desde ese momento el guardia se convirtió en el Poli, y les ayudó en todo. Primero mandó traer comida a la cocina de la terminal aérea.
-          Buenas tardes, envíeme comida para cuatro. Estamos aquí, en el Hangar Presidencial.  
Esperaron mientras llegaba la comida, todos se pusieron cómodos en las oficinas, Pato saco unas sodas y Perro se encendió un cigarro. El Poli se puso a explicarnos esta parte del plan.
-          Si queremos estrellarlo, deberá ser en la madrugada, dijo el Poli, es cuando hay menos movimiento. El avión ya tiene gasolina, ¿Sabes encenderlo? Le preguntó al Pato.
-          Pues estuve revisando el manual y creo que si.
Llego la comida. Lo cuatro: Juan, el Perro, el Pato y el Poli se dispusieron a comer. Perro interrumpió a todos con una oración.
-          Señor bendice estos alimentos, hizo una pausa y se santiguó.
-          Amen, dijeron todos y se dispusieron a comer.
-          Parece la última cena, dijo Juan.
-          Que la boca se te haga chicharrón, dijo alguien.
Pasaron las horas hasta que cayó la noche y de ahí la madrugada. Juan y el Perro habían sido instruidos por el Poli para con una grúa jalaran el avión hasta la pista. Mientras el Pato y él iban dentro de la cabina revisando todo para encender el avión. A una señal del Poli, Juan y el Perro dejaron el avión en la pista, y estacionaron el vehículo que les sirvió de remolque. Regresaron caminando y con una escalerilla Juan los ayudó a que subieran al avión.
-          ¿Porque tenemos que subir todos?, dijo el Perro.
-          Todos tenemos que correr el riesgo, dijo el Poli.
El Pato, sentado en el asiento del piloto ajustaba los controles del aparato. El Poli se sentó en el asiento del copiloto, ambos vestían unas diademas. Perro y Juan estaban de pie en la cabina. Todos escucharon como se encendió el motor derecho, el avión empezó a moverse. Juan no decía una palabra, pero las piernas se le doblaban del miedo. El motor izquierdo se encendió y el avión empezó a avanzar por la pista reservada para presidencia. Sonó la bocina del radio del avión, eran de la torre de control que se habían enterado que el avión se preparaba para despegar.
-          Avión Presidencial Boeing am222, ¿Qué rumbo tiene? Repórtese. Todos quedaron congelados. De inmediato Poli tomo la bocina y respondió.
-          Torre de control, solicitamos permiso para despegue.
-          Avión Presidencial Boeing AM222, ¿Qué rumbo tiene? Responda. Todos permanecieron mudos en la cabina.
-          Vuelo de reconocimiento, hasta el Cerro de las Campanas en Pachuca, dijo el Poli
-          Enterado, pista disponible, puede despegar.
-          Pensé que me iba a orinar, dijo el Perro.
-          Si con eso no lo lograste espérate a lo que sigue, dijo el Poli.
Pato subió la palanca de mando y en ese momento un tremendo rugido de los motores inundó el ambiente. El avión avanzo, 30, 40, 60, 100 kilómetros por hora, 120, a lo lejos se veía el fin de la pista. La nariz del avión empezó a brincar, y el final de la pista cada vez se veía más cerca.
-          Elévalo dijo el Poli
-          Necesito más velocidad. El velocímetro marcaba 140, 160
-          Ahora, dijo el Poli
-          No, es poco. Dijo el Pato
-          Se nos acaba la pista
Pato jaló el timón con tanta fuerza que parecía fuera a desprenderlo, el avión se despegó del suelo, ¡Hurra! Dijeron todos en la cabina. Pato sonrió nervioso. Abajo, en tierra, se miraba donde se acababa la pista y empezaba el baldío del lago de Texcoco.
-          Ahora sí, elévalo
-          No tenemos suficiente velocidad, dijo nuevamente el Pato, de hecho vamos más lento
El avión se elevó un poco más, para después mantenerse en la misma altura, parecía que se podía tocar el suelo, y este se veía tan cerca hasta que se escuchó un tremendo impacto
-          ¿Qué fue eso? Pregunto el Perro
-          Pegamos con un monte de tierra dijo el Pato asustado.
Se escuchó un impacto más y otro. Perro se orinó. Un tremendo rugido se oyó cuando una de las alas se desprendió. Juan se orinó. Todos se orinaron y empezaron a gritar mientras el avión se estrelló en la tierra suelta del lago y esta inundo las ventanas del avión. La tierra entro por todas partes y todo se quedó a oscuras.
Al día siguiente era martes, o quizá miércoles, en un hospital de la ciudad de México llegó un enviado de la guardia presidencial. Hizo un saludo militar y pregunto por los heridos.
-          ¿Son ustedes los del accidente aéreo?
-          Sí señor, contesto el Perro
-          Queremos entregarles este oficio, es un requerimiento de pago por daños a la nación, le deben ustedes al Gobierno de México veinte millones de pesos.
-          Pero, dijo el Perro desde una camilla improvisada en el pasillo, el avión estaba asegurado
-          Ya revisamos y ese seguro no estaba pagado. Les montaremos una guardia para que ninguno de ustedes escape.
Dicho esto hizo un saludo militar, casqueó los tacones de sus lustradas botas y se despidió.

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